Mi esperanza viaja en un tren que he visto en un sueño, este tren no tiene establecidos ni parada ni horarios, pero mientras tanto, espero en la estación del recuerdo, junto al anden del no olvido, la quietud me hace compañía y un sol de escándalo brilla en los raíles de esta vieja estación.
La esperanza es un sueño mitad despierto mitad dormido, pretende ser realidad para dejar de ser utopía, no es mas que un árbol, al que riego a diario con agua de ilusiones y anhelos.
Esta esperanza convierte los inviernos más fríos en la más calidas primaveras, trueca lágrimas por sonrisas, días de lluvia por ráfagas de sol, barro y lodo por arena fina, y charcos por playas azules del sur.
Esperanzas con las que me alimento, que me hacen olvidar tiempos aciagos, un pasado sombrío, pero mirar atrás ya no tiene sentido, incluso ni para coger impulso, pasado que voló para traer este radiante presente.
Aristóteles dijo que la esperanza es el sueño del hombre despierto, cuanta verdad llevaban sus palabras, por eso aquí me encuentro amarrado a este sueño llamado esperanza y a este despertar que inunda mis sentidos.
Mientras tenga cada día el regalo de abrir los ojos, de respirar intensamente, de sonreír y contagiar tu risa, de besar poniendo el alma en ello, de irradiar esta alegría que me desborda sin pedir nada a cambio, acaecerán todas las esperanzas.
Mientras haya vida..., habrá esperanza