Cada vez creo firmemente que la televisión se ha convertido en un absurdo constante. La falta de sensatez en sus programas origina que se retribuya y se promueva todo aquello que resulta extravagante. A mi juicio, no cabe duda de que existen demasiados programas denominados "basura".
Bienvenidos a la televisión del siglo XXI. Programas idiotizantes de escasa calidad, donde el morbo y la ordinariez tienen su recompensa en forma de una audiencia elevada. Los telespectadores respaldan cada vez más esta línea de programas llamados de "entretenimiento".
Me viene al recuerdo y como anillo al dedo la expresión "pan y circo", aludiendo a la antigua Roma Imperial donde los políticos organizaban diversos espectáculos (luchas de fieras, combates de gladiadores, etc...), y ofrecían a la población alimentos de muy baja calidad. De esta manera les ocultaban hechos controvertidos y los mantenían tranquilos y distraídos.
La televisión debería haber servido como una muestra de educación y cultura, pero por desgracia ha sufrido un efecto muy desigual al esperado. Las cadenas tanto públicas como privadas han colmado sus parrillas con contenidos que no instruyen ni fomentan el respeto entre los ciudadanos.
Para identificar los gustos, hábitos e intereses de nuestros jóvenes, la mejor forma es conocer el tipo de contenidos televisivos que consumen. Sus referencias son programas como 'Mujeres y Hombres y Viceversa', '¿Quién quiere casarse con mi hijo?', 'Gandía Shore' o 'Gran Hermano'. Un arma de doble filo.
Sobre el reality show 'Gran Hermano VIP', me resulta indignante leer en los medios cómo "presuntamente" pueden llegar a pagar a un concursante la friolera de 65.000 euros semanales por estar dentro de una casa rodeado de cámaras, expuesto las 24 horas del día.
Esto se traduce en que cualquier persona en edad laboral debería estar durante seis años como mínimo trabajando para poder obtener una retribución semeja a la que gana la concursante Belén Esteban en tan sólo una semana. La misma promulga formar parte de una cultura popular. ¡Válgame Dios!
La audiencia tiene el mando en sus manos para poder dictaminar qué tipos de programas quieren ver; si aquellos que benefician y contribuyen a ser personas mejor informadas y más cultas o por lo contrario aquellos que no aportan nada.
Desde el respeto a estas audiencias, a veces creo que la basura que depositamos en los contenedores se utiliza para hacer programas de televisión.