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jueves, 6 de octubre de 2016

Aquellos maravillosos años


Corrían los años 70, lo recuerdo con apego y una sonrisa. Tal vez yo tuviera unos 7 u 8 años, era tan pequeño que necesitaba subirme a un taburete para alcanzar el bote de los garbanzos que mi madre guardaba en la última repisa del armario. Apuñaba unos cuantos y los guardaba en el bolsillo del pantalón.

En casa siempre preguntaba cada día si se había acabado la mantequilla; mi propósito era quedarme con la tarrina de Tulipán para partirla a la mitad y así hacer dos porterías para jugar.

Acompañaba a mi padre en sus salidas al bar y, mientras él se tomaba un chato de vino, yo hurgaba entre la caja de tapones y chapas de cerveza, a ver cuáles estaban menos dobladas.

Pintaba las chapas con los colores de mis equipos favoritos, el C.P. Cacereño y el F.C. Barcelona, aunque también tenía chapas con las equipaciones de los adversarios. Me divertía enfrentarlos una y otra vez.

Así cada día cuando todos dormían la siesta, yo soñaba ser un gran futbolista, y en el suelo de mi dormitorio cada tarde los culés jugaban contra los merengues y la imaginación volaba desde el pitido inicial. El garbanzo se movía por el improvisado terreno de juego, buscando encontrar la chapa que le indicara el camino del gol.

Algunas veces jugué solo y otras muchas acompañado por mis amigos del barrio, daba igual en casa o en la calle, una veces ganaba y otras muchas perdía. Lo que sé es que el fútbol chapas marcó una etapa de mi infancia, una infancia donde tal vez con muy poco podías ser feliz.

Casi 40 años más tarde descubrí que alguien no olvidó que el fútbol chapas forma parte de nuestra historia viva. Aunque han cambiado muchas cosas desde cuando era niño, hay algo que aún sigue vivo de aquellos años: la ilusión por disfrutar de un partido y alguien con quien compartirlo.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Te echo de menos


Te veo marchar y mis ojos te siguen hasta perder la mirada en el horizonte. Te vas y contigo se marcha la primavera, los días de sol, las sonrisas a granel, los rabos de nube y esa dulce voz que acaricia mi alma al pronunciar cualquier palabra.

Te vas buscando el reencuentro, el calor de los tuyos, el abrazo salado del mar, los días ineludibles de rutina que sobrellevas desde tu rincón dormido, esa fábrica de palabras y sentimientos.

Inmóvil a pie de carretera, te recreo por instantes y me invade la nostalgia traicionera, suspiro y rompo a llorar. Ya sé que solo es un hasta pronto, pero te acabas de ir y ya te echo de menos.

Gracias por regresar para ver cumplir mi sueño y ser partícipe de él, por vestirme con un sentimiento de cariño inmenso y por despedirte con un abrazo de esos que resquebrajan los cimientos del alma hasta hacerlos tambalear. 

Dejas tu huella marcada en mí creando una sensación de vacío, y con ella mil recuerdos que algún día poder rememorar juntos, instantes y esencias que ya atesoramos en la caja fuerte de nuestra memoria, tu dulce memoria, mi dulce memoria.

lunes, 29 de febrero de 2016

Con todo y sin nada



Escucho el silencio
mirando al vacío
escribo sin tinta
llorando me río. 

Ando Descalzo
camino sin rumbo
rosas sin pétalos
sin agua me inundo.

Soñando despierto
tropiezo con nada
guitarra sin cuerdas
amigos del alma. 

Me alimento sin hambre
bostezo sin sueño
sediento y sin agua
de nada soy dueño.

Paraguas sin lluvia
sin fuego en la hoguera
monedas de canto
amores que esperan. 


Wuito Bravo 
(Mar de lamentos 1998)

domingo, 31 de enero de 2016

La envidia de toda mujer


Yo podría haber ido a la Luna
En invierno ser verano otra vez
Regalarte el sabor de mis besos, 
Tú la envidia de toda mujer

Yo podría haber sido caricias
El ocaso del amanecer
Ser moneda de cara al destino
Tú la envidia de toda mujer

Yo podría haber sido el camino
Ser el agua que calma tu sed
Ser el fuego que enciende el deseo
Tú la envidia de toda mujer

Yo podría haber sido poeta
Y escribir un libro sin saber, 
Describiendo el amor que yo siento
Tú la envidia de toda mujer

Yo podría haber sido lo todo
Pero el viento sopló y desperté
Me di cuenta que no te quería
Me mentiste saliendo el porqué

Ya no quiero ser nada contigo
Ni tu amigo que besa al pasar
Soy poeta, caricia y amigo
Soy la luna y estrella fugaz

Yo podría haber sido lo todo, 
Tú la envidia de toda mujer.

Wuito Bravo 
(Mar de lamentos 1998)

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Carta al cielo

 
Amigo mío: 

¡Qué duro se hace respirar sin tu presencia! Aún creo que todo esto es un mal sueño del que no logro despertar. Pasan los días y a golpe de vida me voy haciendo a la idea de que te has ido para siempre, mientras furioso miro al cielo y hago preguntas que nadie me responde.

Y con cara de resignación me pregunto: ¿Dónde está ese Dios tan justo y tan bueno, ese del que todos hablan? Si acaso lo ves por ahí arriba, dile que ya no creo en él, que he perdido la fe. Como dice el primo Rubén, “la iglesia es una franquicia”. Cuánta razón tiene, todo es una mentira. ¡¡¡Cómo se puede permitir algo así!!!

La vida no nos prepara nunca para resistir un dolor tan inmenso, para aceptar un golpe tan cruel e inhumano. Te marchas justo diez días después del nacimiento de tu hijo y con solo veinticinco años y tantas cosas por vivir. ¿Quién ha escrito este guion, Ángel? ¿Quién? Si la vida es injusta, tu historia es sin duda el ejemplo más evidente.

Me queda el consuelo de pensar que no vas a estar solo. Estarás con Débora, esa niña guapa de ojos azules que también hace pocos meses nos decía adiós. Juntos cuidareis de todos y en especial de tu pequeño Miguel Ángel, al que anhelabas ver crecer con toda tu alma. Lo verás al lado de tu princesa Karmen, que sin duda será una gran madre.

No te preocupes por ellos, no les va a faltar de nada, para eso están los Pulido, los Cantero, los Jiménez, los Bravo, etc. Cuando tu hijo sea mayor, le hablaremos de ti como una persona buena, noble y con un corazón inmenso que cuando sonreía iluminaba nuestros días más grises.

Te debes sentir orgulloso de los tuyos, jamás he visto a una familia más unida, no te dejaron solo ni un momento. Siempre estuviste arropado desde aquella fría sala de espera del hospital donde cada noticia nos hundía en la incredulidad hasta que llegó la que nos anegó en una tristeza inmensa.

Qué vamos hacer sin ti, “carapija”, sin tu risa, tus bromas, tus apodos o tus reflexiones. Has marcado una huella imborrable en cada uno de nosotros. Alguien dijo que “las personas están vivas siempre que se las recuerda y por eso son algunas inmortales o eternas”. Tú siempre serás eterno.

Algún día nos encontraremos de nuevo y juntos recordaremos aquellas vacaciones con los “chisporetos” y las mil anécdotas del amigo Nico, los días de pesca de galápagos con Quique o los fines de semana en el campo de tus padres. Tantos recuerdos y todos buenos para guardar en mi dulce memoria.

Me despido de ti con el dulce sabor de aquella canción que tú cantabas, que decía algo así: “¡Oye! Olvídate de los problemas, que la vida se hizo pa gozar y más nada y eso es lo que uno se lleva”. Espero que te lleves algo bueno de cada uno de nosotros.

Gracias por todo, te queremos.