El contaba los días, las horas y minutos, miraba el calendario inerte, pasaba cada hoja expectante, señalando su porvenir en un pedazo de papel, la cuenta atrás había comenzado y quizás nada ni nadie podía detenerle.
Quería que el tiempo restante fuera efímero, pero sus días en cambio, trascurrían luengos y tediosos, nada le ataba a sus raíces y a un presente sombrío que hacia de su rutina primaveras de flores marchitas y hojas caducas.
Buscaba en su éxodo, una musa llamada motivo, un porque, una razón de ser, para poder así, recoger las riendas de su vida, un impulso preciso para emprender objetivos y olvidar otros tiempos, escapar del abismo que circunda a su pasos.
Urgía pasar página con el dedo herido, marginar el dolor y emprender una nueva vida, invadir los sentidos de nuevas esencias, respirar otros aires no contaminados que vacíen la caja de suspiros reciclándolos por otros de prosperidad.
Mientras tanto, yo veía volar los días que anuncian despedidas, cada vez era mas estéril mi pretensión en detener su reloj, descubriéndole ante sus ojos el fulgor de los tímidos rayos del sol entre las nubes, hablándole de la existencia de esas pequeñas cosas que pasan desapercibidas ante la mirada del obstinado, entre tanto el solo veía nubes grises, despedidas y trenes que parten.
Convencido y resignado a su marcha, afloraron sentimientos, emociones que evocaban recuerdos de todas aquellas personas que se cruzaron por mi camino, aquellos que dejaron huellas tras su marcha, pero solo algunos consiguieron tocar el acorde perfecto, melodía que hace latir el corazón al recordar y hace imposible el olvido,
Todos estamos de paso en esta vereda, algunos serán fugaces estrellas, otros abrirán puertas que mas tarde cerraran, otros en cambio llegaran hacer camino y tan solo unos pocos formaran parte de tu vida y permanecerán.
La cuenta atrás alcanza el final y contemplo el caer de las últimas partículas de este reloj de arena, una pena asalta mi alma, tal vez, si lograra saber cuándo volveremos a encontrarnos, esta despedida sería menos amarga.
Quizá un cúmulo de palabras sinceras de amigo, sean insuficientes para hacer que te quedes, lo sé, porque lo he intentado con todas mis fuerzas.