Cáceres se viste con su mejor traje de domingo, diciembre abre las puertas al espíritu navideño, las calles se engalanan con luces de colores y un frió que congela hasta el pensamiento, huele a navidad se escuchan villancicos por las megafonías de calles comerciales y grandes superficies.
En casa como es tradición, acogemos en familia ese espíritu risueño, desempolvando de la buhardilla, el árbol, las guirnaldas, las bolas, los adornos, las luces y la prominente estrella, con el Belén ya ubicado daremos por concluido esta sagrada liturgia.
Hay una frase que asalta mi memoria y que describe perfectamente esta festividad, la escribió Norman Vicente Peale que dijo, “la navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso” todo puede ser factible dependiendo con las gafas con las que se mire.
De igual modo, existe una realidad paralela, una navidad desigual y mucho menos afable, no tan lejana a nuestra mirada, personas sin recursos que no podrán ofrecer a los suyos ese calor de hogar, que desearían que les invadiera un sueño profundo que le transporta al despertar de un nuevo año.
En ocasiones creo que esa varita mágica que describía Norman Vicent, es más como un manto invisible que nos envuelve creándonos un estado de ánimo transitorio y una amnesia de realidades encubiertas, llenando estos días de un consumismo descomedido e irreflexivo.
Vistiéndonos con valores como la generosidad, bondad, solidaridad y ternura, que en muchas ocasiones vendrán acompañados con fecha de caducidad, ojalá existiera una fórmula secreta en la que lográramos recoger esa esencia etérea que anida en la navidad y así poder dosificarla durante todo el año.
El regalo más bonito para estas fiestas no es otro que aquel que contiene un corazón sincero, feliz navidad.
Articulo publicado en el Periódico Extremadura.
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