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martes, 31 de enero de 2012

En la cresta de la ola


Ella seguía el camino del latido que su instinto le marcaba, surfeaba los mares de la vida, con días de sublimes olas iluminadas por un sol radiante que daba tono a su sonrisa, en cambio resistió eminentes maretazos, sin duda alguna momentos ingratos llenos de muecas de desolación y en sus ojos trasparentes se podía divisar el reflejo de nubes grises anunciando tormentas.

Esos días acontecieron y poco a poco se instauro la quietud, el mar se hizo calma y ella emprendió un recuento de emociones, discurrían las horas meditando, contemplaba la balanza apilaba a un lado los risueños momentos vividos y al otro lado las nostalgias, decepciones y alguna que otra lagrima derramada, proseguía cotejando sentimientos sin apreciar que en el horizonte se oteaba un gran oleaje.

En un abrir y cerrar de ojos se vio inmersa en el, consiguiendo en tan solo un soplo de brisa marina que regresara esa sonrisa trasparente y magna, brotaba la primavera antes sus ojos atónitos, sonaba una melodía mágica que susurraba en sus oídos, los sentidos uno a uno cobraban vida subida en la cresta de la ola.

Fue entonces cuando el miedo la agarroto, recelaba que llegase el fin de la ola que la mantenía en la cima y que un nuevo golpe de timón en su vida le devolviera al fondo del mar y descubrir al llegar a la orilla, tempestades que impregnan el alma y dejan su huella como las pisadas en la fina arena del desierto.

Concluyendo podría decir que la vida a veces nos ofrece momentos inolvidables, a veces tan imperceptibles que no sabemos valorarlos lo suficiente, si el destino nos conduce a la cresta de una ola déjate llevar, disfruta y atesora todas esas esencias que desprende la felicidad.

Si algún día la desdicha hace que te anegues en un mar de lamentos, rescata del fondo de ti esa caja de retazos que atesoras con apego, te servirá para impulsarte y salir a flote, no obstante, siempre hallaras una mano amiga que te ayude a volver de nuevo hacia la cresta de la ola.

lunes, 2 de enero de 2012

2011: Sabor a sal, pimienta y azúcar


Se escapó el año entre las últimas hojas del calendario, un calendario con fecha de caducidad, 31 de diciembre, el 2011 sucumbió longevo y extenuado, 365 días de vida que no han pasado desapercibidos para mi memoria, quizás no tan dulce como hubiese soñado.

Ha sido un año colmado de sentimientos encontrados, de risas y lágrimas, un puñado de emociones que brotaba y hacia vivir este corazón latido a latido, es como si todo hubiese estado escrito de antemano en un guión del teatro de la vida.

Me sumerjo en los recuerdos que duermen mecidos en mi memoria, y me invaden aromas de felicidad, momentos inolvidables que esgrimo como bálsamo para curar las pequeñas heridas del día a día, sin embargo existen cicatrices indelebles para el alma.

2011 nacía con la bella melodía de una guitarra en clave de RE que tuvo que recorrer un largo camino hasta llegar a mis manos, el año fue transcurriendo por carreteras que conducían a sentimientos verdiblancos, en cada Kilómetro un destino por conocer, una anécdota, una sonrisa.

Con la bandera de la amistad siempre alzada, di la bienvenida a nuevos amigos a mi vida, amigos que fueron dejando sus huellas con muestras sinceras de cariño, comenzamos andar el camino y hoy seguimos la misma senda.

En abril recibimos la grata visita de mis tíos desde Barcelona y tuve la oportunidad de despedirme del tito Carlos que días mas tardes, un 20 de junio nos abandonaba después de luchar aciagos días contra el cáncer, le acompañe en su ultimo viaje.

Florecían los meses y la pena seguía inquilina dentro de mí, busque un refugio donde calmar esta desolación, soñaba con la fina arena de las playas del sur y viajamos a Nerja encontrando un tesoro escondido en cada rincón.

Como cada verano, hice de nuevo las maletas cargadas de nostalgia, sabiendo que el ya no estaría esperándome, en cambio el pequeño Gerard se encargo de transformar las penas por alegrías, regrese a la llamada de la rutina cruzando el cielo abierto.

Pasaban los días y el gélido invierno nos envolvía con su fino manto, mis huesos se quebrantaban a pie de pista, cumplía un año mas y como siempre sumando, en el andén de los sueños se hallaba estacionado un tren directo a la gran vía madrileña, en una habitación de un hostal colmada de amigos contemplamos como el amor decía, si quiero.

Llegábamos a la recta final de año, fue entonces cuando la utopia del reencuentro tomo forma, tantos años esperando ese momento y en un abrir y cerrar de ojos allí estábamos todos, mi pasado y mi presente, amigos que habían dejado su huella en mí con el paso del tiempo.

Sumido ya en el año nuevo, me despido del que se fue, haciendo un breve resumen de las veintiuna entradas escritas en MDM, un fiel reflejo trasparente, de mi estado de ánimo, de mis sentimientos.

Hoy nace la primera entrada del año con el firme designio de seguir persistiendo en ser tal y como soy, con mis defectos y mis virtudes, sabiendo que la humildad destapa la auténtica grandeza.