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martes, 26 de mayo de 2015

Con la iglesia hemos topado


Siempre me he considerado una persona católica y creyente. Mis padres me educaron con esos valores, entendiendo que hacían lo correcto. Cada domingo repetíamos la misma liturgia acudiendo juntos a misa de doce para escuchar el mismo edicto de siempre: 'Palabra de Dios'.

Con el tiempo y dos dedos de frente fue aumentando mi escepticismo y apatía hacia la iglesia católica y hacia las personas que esgrimen los hilos que han conducido a que el catolicismo se convierta en la religión más retrógrada, cínica e hipócrita del mundo.

El Vaticano posee el segundo tesoro en oro más grande del mundo, y no solo de oro vive la iglesia; también acciones, inmuebles, etc. La entidad más rica que menos impuestos tributa. No existen crisis ni escándalos que hagan tambalear los cimientos de esta comunidad.

Todo un ente poderoso y protegido por el Estado, el cual le asigna anualmente más de 11.000 millones de euros. Este dinero podría destinarse a proyectos como por ejemplo la creación de más de 5.000 escuelas públicas, donde se podrían matricular a miles de escolares.

En la escuela católica se forma a personas autónomas capaces de servir a los demás, forjando hábitos de vida y educando en valores como la obediencia, la humildad, la educación, el sacrificio, etc. Aunque nunca se les dio bien predicar con el ejemplo.

Hace apenas unas semanas el colegio Diocesano, de un gran renombre en Cáceres y perteneciente a la Diócesis de Coria-Cáceres, despedía a todas las trabajadoras del servicio de limpieza justificando objetividad en su despido debido a la falta de recursos económicos y pérdidas ocasionadas.

Con una irrisoria e injusta liquidación, se marcharon a sus casas para contar a sus familias que, después de muchos años de trabajo y dedicación, han salido por la puerta de atrás para no volver y empezar una nueva etapa en sus vidas, pero esta vez con más edad y menos oportunidades.

Una de esas personas afectadas por el despido fue mi hermana, una mujer trabajadora que ha dedicado más de veinticinco años de su vida al colegio, el mismo que para ella era su segunda casa y donde depositó la confianza de la educación de sus tres hijos.

Tal vez la iglesia no tenga dinero para mantener a las trabajadoras o para pagarles un despido improcedente, que hubiese sido lo lícito. Quizás para ello no tengan dinero, pero sí para construir a escasos metros un seminario que ha costado mucho dinero con todo tipo de lujos.

Mucha Biblia y mucho predicar, pero pocos principios. Los votos eclesiásticos (pobreza, obediencia y castidad) se han convertido tan solo en papel mojado. Ya lo dijo el papa Pablo VI: "El humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios"

martes, 12 de mayo de 2015

Siente el verde



Cuando era pequeño salía a la calle a jugar al fútbol con mis amigos. Lucía cada tarde con orgullo la camiseta verdiblanca, algo que propiciaba que muchos me preguntasen cuál era mi equipo de fútbol favorito. Yo siempre contestaba lo mismo: "El Cacereño". Muchos se reían y otros se quedaban perplejos al escuchar mi respuesta.

El resto de niños que cada tarde quedábamos para correr detrás del balón vestían casi siempre las equipaciones del Real Madrid o del Fútbol Club Barcelona y, muy ocasionalmente, se dejaban ver algunas camisetas del Athletic de Bilbao o Atlético de Madrid. Con aquella edad y la inocencia de aquellos años no le daba importancia a que fuese el único niño diferente.

Ha pasado el tiempo y, por desgracia, las cosas no han cambiado mucho. Seguimos viendo a los niños de nuestra ciudad con las indumentarias de los equipos de Primera División. Tan solo unos pocos se visten con la camiseta del Cacereño y, seguro que quienes lo hacen, tienen una raíz profunda familiar, como fue en mi caso.

Me encanta prestar atención a los niños cuando hablan entre ellos sobre el fútbol. No escucho en ningún momento los nombres de Rubén Palero , Raúl Medina o Carlos Valverde , tan solo los de Leo Messi y Cristiano Ronaldo . Estoy seguro de que muchos de ellos aún no han presenciado ningún partido en el estadio Príncipe Felipe.

Un club con mil socios en una ciudad de casi 100.000 habitantes resulta una cifra irrisoria que hace insostenible la viabilidad de cualquier club de fútbol. Todos estos hechos me hacen pensar por qué hemos llegado a esta situación. Tal vez ha faltado contagiar la ilusión y fomentar el sentimiento desde la base. Como diría mi padre: "El arbolito, desde pequeñito".

Para los que llevamos este sentimiento tan arraigado, es decepcionante comprobar cómo año tras año resulta insuficiente el apoyo que los ciudadanos muestran hacia el equipo de esta ciudad. Da igual si el abono cuesta 50 o 100 euros, siempre estamos los mismos, una familia que siempre apoya en las buenas y en la malas.

Hace ya unas semanas el club decano del fútbol extremeño hacía un llamamiento a la ciudadanía a través de una campaña denominada SienteElVerde pidiendo el apoyo para este tramo final de temporada en el que nos jugamos tanto.

Ahora que el objetivo de permanecer en la categoría está cada vez más cerca, en la ciudad se habla de un nuevo e ilusionante proyecto deportivo de la mano de la nueva presidenta, Ana María Macías. Pero antes de empezar a soñar hay que cerrar esta temporada y asegurar la salvación.

Este domingo, mañana, a las 12.00 horas frente al Arroyo, el equipo se juega algo más que tres puntos, mucho más que un derbi de proximidad comarcal. Con una victoria aseguraríamos por sexto año consecutivo la participación en la Segunda División B.

Después de este partido será fácil que muchos de los que llevamos este sentimiento como bandera empecemos a soñar. Yo lo haré con un Príncipe Felipe lleno cada partido, con niños con la camiseta verdiblanca por las calles de Cáceres y con un equipo en la categoría que merece nuestra ciudad.


viernes, 1 de mayo de 2015

Flechas amarillas


Cuando era pequeño veía a peregrinos transitar por los caminos de la Vía de la Plata, con sus mochilas al hombro con días de sol, lluvia o viento. Ingenuo me preguntaba qué razón impulsaba a tanta gente a recorrer día tras día el mismo camino.

Anhelaba algún día poder seguir sus pasos y descubrir el secreto que encierra el Camino de Santiago. El tiempo fue pasando y mi ilusión no desvaneció. Con la suerte de cara encontré a una persona que, al igual que yo, no había logrado cumplir su sueño.

Juntos a punta de sonrisa decidimos despertar nuestro sueño y hacerlo realidad y un buen día pusimos rumbo a Sarria para iniciar el Camino Francés. Cinco días por delante, 116 kilómetros por recorrer y muchos momentos inolvidables que ya forman parte de nuestra memoria.

Atrás quedaron las flechas amarillas que indicaban el camino, los mojones de piedra que marcaban la cuenta atrás, las conchas en el suelo de Santiago anunciando la llegada y nuestras huellas en el suelo al volver la vista atrás.

Con el sonido de una gaita llegamos a la Plaza del Obradoiro y un nudo se hizo en mi garganta. Emocionado sequé con mis manos las lágrimas de mi mejilla. Era el final del camino y nuestro sueño ya no dormía en la posada de las quimeras.

En la memoria ya anidan los recuerdos, las sonrisas y las esencias. El alma se colma de sentimientos que trepan por la boca del estómago convirtiéndose en suspiros que se evaden dejando una sonrisa en mi rostro.

En el cajón de las emociones he atesorado la ilusión de Sarria, el anochecer sublime de Portomarín, la lasitud en Palas de Rei, el pulpo de Melide, la fragilidad de Arzúa, el desaliento de O Pedrouzo, las lágrimas de Santiago y aquella noche mágica en las escalinatas del arco del Obradoiro.

También guardo el saludo entre peregrinos -¡Buen camino!-, los momentos de soledad, la dureza del recorrido, la solidaridad, y el orgullo de haber cumplido mi sueño. Toda una experiencia inolvidable de superación que ha hecho mella en nuestras vidas.

Al final hallé el secreto y descubrí que lo importante de esta aventura era el camino en sí: cada día, cada momento, cada paisaje, cada recuerdo. Así como la vida misma, tal vez esperamos demasiado de ella y no disfrutamos lo que cada día nos regala.

En la vida, como en los sueños, el triunfo es como el amanecer; hay quien se levanta cada mañana a buscarlo y quien lo espera dormido. Sigue el camino de tus sueños, el camino de las flechas amarillas.