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jueves, 27 de febrero de 2014

Volar del nido


Ahora que mi sueño consigue despertarse, un anhelo sobre vuela el horizonte de mi mirada, una sonrisa vivaz se dibuja en mi rostro, es un gesto que enuncia felicidad, llego el momento de transformar en realidad, esa quimera que viajaba en mi mente desde hace tiempo y que hoy puedo decir que ha encontrado la estación y el andén donde estacionar.

Ciento de mariposas aleteando por mi estómago, los nervios por una vez encubren tanta satisfacción, tomo aire, respiro a pleno pulmón y en el intento un suspiro se evade, tanto tiempo, tanta espera, que aún me cuesta creer que en breve habré volado del nido, con el firme propósito de poder construir el mío propio.

Con la incertidumbre en la mochila y con la certeza que todo irá bien, abandono mi hogar a seis metros sobre el suelo, para bajar peldaño a peldaño hasta mi nuevo hogar, una nueva aventura que algún día poder recordar juntos cuando seamos mayores y gocemos de las mieles de este amor, del que seguiremos escribiendo páginas doradas.

Recojo mis cosas saboreando cada momento, hago las maletas y lleno las cajas de viajaran conmigo, miro las paredes ya desiertas mientras rememoro el día que mi hermana abandonaba el nido para crear el suyo propio, un momento triste en la historia de mi vida, pero le tocaba volar algo que comprendí con el tiempo y que hoy pongo yo en práctica.

Algunos lo llaman ley de vida, yo solo le llamo ganas de despertar a su lado cada mañana, de compartir mis días junto a ella, hoy vuelo del nido con las alas extendidas para realizar nuestras vidas y no soñarlas como hasta ahora, sé que el camino tal vez no ha sido fácil y a lo mejor tampoco será uno de rosas, pero si de algo estoy seguro es que merecerá la pena.

domingo, 23 de febrero de 2014

Jóvenes sin futuro


Siempre escuche que el futuro es algo que está por llegar, no obstante la expectación para algunos se convierte en una angustiosa desesperanza, sobre todo para aquellos que persisten ante una oportunidad laboral y ven como trascurren los días y sus vidas se tiñen de incertidumbre.

Según los últimos informes estadísticos emitidos por la Unión Europea, contamos con los registros más altos en tasa de desempleo justo por detrás de Grecia, la reforma laboral y los continuos recortes producidos en servicios públicos como son la educación y la sanidad han provocado que España sea nuevamente un país de emigrantes.

Desde que comenzó esta crisis económica cada vez son más jóvenes los que deciden abandonar nuestro país, buscando su inclusión en otros mercados laborales, algo que conlleva dejar atrás a sus familias, sus hogares, sus amigos, con la firme aspiración de poder demostrar sus facultades.

Es triste reconocer que en pleno siglo XXI disponer de una carrera universitaria no garantice la oportunidad de poder desarrollar una profesión, jóvenes que tras muchos años de esfuerzo y dedicación descubren un horizonte nada halagüeño, un laberinto enrevesado del que hasta el momento nadie ofrece una salida.

La situación a la que nuestros jóvenes se encuentran expuestos son la precariedad o el exilio laboral, este es el resultado de una mala gestión en una situación de crisis estacionaria, la falta de oportunidades ha forjado en un problema político de primer orden.

No podemos cerrar los ojos ante esta realidad que nos visita, nuestro futuro sin duda alguna son nuestros jóvenes, la generación mejor preparada de la historia, una generación desterrada coactivamente y repartida por todos los puntos del planeta, jóvenes con capacidades que parten con la esperanza de poder regresar algún día a casa.


sábado, 8 de febrero de 2014

Solidaridad



Nunca he dudado que en la unión se encuentra la fuerza, entre todos podemos forjar grandes cosas, juntos debemos recorrer el camino para conseguir un mundo mejor, haciendo frente a los retos que nos pone la vida, para ello contamos con una gran superpotencia, el ser humano.

Se me eriza la piel cada vez que los medios de comunicación narran el eco de un triste suceso, una nueva zona cero en la que se pone en riesgo la vida o la integridad de las personas, es entonces cuando la ciudadanía despierta aletargada y emerge esa conciencia de comprensión y consternación.

Así es como funciona este mecanismo de cooperación ciudadana, adquiriendo el papel de creer que todos somos responsables de todos, cubriendo ciertas necesidades que no son las nuestras, un compromiso nada frívolo del que debemos sentirnos orgullosos.

La solidaridad es un bien común de todos, en el que dar no significa esperar nada a cambio, la acción no radica en ofrecer solo lo que nos sobra, si no en compartir lo que dispongamos en ese momento, poniéndonos en la piel de la otra persona, empatizando con su desdicha.

No podemos cerrar los ojos y creer que la tragedia es lejana a nuestro horizonte, cada día en la calle nos cruzamos con personas que encierran auténticos dramas, personas desfavorecidas, sin recursos, frágiles, tan cercanas a nosotros que pasan invisibles ante nuestra mirada.

Somos y crecemos en la medida de nuestra entrega, la solidaridad es el valor que nos da la capacidad de poder ayudar a los demás, tal vez eso nos haga más humanos, tal vez como dijo Alejandro Magno “De la conducta de cada uno depende el destino de todos”.