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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Carta al cielo

 
Amigo mío: 

¡Qué duro se hace respirar sin tu presencia! Aún creo que todo esto es un mal sueño del que no logro despertar. Pasan los días y a golpe de vida me voy haciendo a la idea de que te has ido para siempre, mientras furioso miro al cielo y hago preguntas que nadie me responde.

Y con cara de resignación me pregunto: ¿Dónde está ese Dios tan justo y tan bueno, ese del que todos hablan? Si acaso lo ves por ahí arriba, dile que ya no creo en él, que he perdido la fe. Como dice el primo Rubén, “la iglesia es una franquicia”. Cuánta razón tiene, todo es una mentira. ¡¡¡Cómo se puede permitir algo así!!!

La vida no nos prepara nunca para resistir un dolor tan inmenso, para aceptar un golpe tan cruel e inhumano. Te marchas justo diez días después del nacimiento de tu hijo y con solo veinticinco años y tantas cosas por vivir. ¿Quién ha escrito este guion, Ángel? ¿Quién? Si la vida es injusta, tu historia es sin duda el ejemplo más evidente.

Me queda el consuelo de pensar que no vas a estar solo. Estarás con Débora, esa niña guapa de ojos azules que también hace pocos meses nos decía adiós. Juntos cuidareis de todos y en especial de tu pequeño Miguel Ángel, al que anhelabas ver crecer con toda tu alma. Lo verás al lado de tu princesa Karmen, que sin duda será una gran madre.

No te preocupes por ellos, no les va a faltar de nada, para eso están los Pulido, los Cantero, los Jiménez, los Bravo, etc. Cuando tu hijo sea mayor, le hablaremos de ti como una persona buena, noble y con un corazón inmenso que cuando sonreía iluminaba nuestros días más grises.

Te debes sentir orgulloso de los tuyos, jamás he visto a una familia más unida, no te dejaron solo ni un momento. Siempre estuviste arropado desde aquella fría sala de espera del hospital donde cada noticia nos hundía en la incredulidad hasta que llegó la que nos anegó en una tristeza inmensa.

Qué vamos hacer sin ti, “carapija”, sin tu risa, tus bromas, tus apodos o tus reflexiones. Has marcado una huella imborrable en cada uno de nosotros. Alguien dijo que “las personas están vivas siempre que se las recuerda y por eso son algunas inmortales o eternas”. Tú siempre serás eterno.

Algún día nos encontraremos de nuevo y juntos recordaremos aquellas vacaciones con los “chisporetos” y las mil anécdotas del amigo Nico, los días de pesca de galápagos con Quique o los fines de semana en el campo de tus padres. Tantos recuerdos y todos buenos para guardar en mi dulce memoria.

Me despido de ti con el dulce sabor de aquella canción que tú cantabas, que decía algo así: “¡Oye! Olvídate de los problemas, que la vida se hizo pa gozar y más nada y eso es lo que uno se lleva”. Espero que te lleves algo bueno de cada uno de nosotros.

Gracias por todo, te queremos.