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domingo, 28 de septiembre de 2014

La otra "cara" de la vuelta al cole


A los más pequeños de la casa también les toca la vuelta a su rutina particular, que no es otra que la de ir al colegio cada mañana, reencontrándose así con sus compañeros de pupitre, profesores y los tediosos deberes que deberán realizar en sus casas con la ayuda de los padres.

Llega la vuelta al cole con la cuesta de septiembre inclinada, muy semeja a la de enero, sabedores de los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que apuntan que este año será sin duda alguna la vuelta más cara a las aulas desde que se iniciara la crisis en el año 2007.

Los padres extremeños deberán desembolsar una media de 767 euros entre libros de texto, material escolar y uniformes. Todo esto, sumado a las actividades extraescolares, hace que muchos hogares lleguen a fin de mes con una dificultad añadida o que meramente no tengan capacidad para afrontar los gastos.

Revisando la Constitución Española, el apartado 4 del artículo 27, donde se detalla el derecho a la educación, establece que “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita”. Resulta ingrato comprobar como nuestro país hace de un pilar tan básico como es la educación un problema económico abusivo para las familias.

Hace años, todo era más fácil a la par que económico, los libros pasaban de hermanos mayores a pequeños, o se compartían entre primos o vecinos. Hoy en día ningún libro se repite de un año para otro y las editoriales han encontrado un filón de oro para hacer su agosto particular.

Un negocio inmundo que mueve muchos millones de euros al año. Detrás de él se hayan las grandes y todopoderosas instituciones, aptas para redactar leyes o enmendarlas siguiendo sus propios intereses, contando siempre con la cooperación de los gobiernos.

El Ministro de Educación José Ignacio Wert debería comparecer para darnos muchas aclaraciones al respecto sobre este impúdico negocio. No podemos consentir que un pilar básico se convierta en un negocio que duele en el bolsillo de miles de familias.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Reflexión post vacacional


Septiembre hace acto de presencia, como siempre de manera tan inoportuna, llega con el propósito de vestirnos con ese traje usual llamado rutina, facultado en sumirnos de lleno en el día a día del trabajo, la familia, los amigos y en esas pequeñas cotidianidades, haciéndonos despertar de un periodo de quietud. 

Atrás, en la memoria del subconsciente, van quedando los recuerdos de los días de vacaciones, tiempo de sol, fina arena de playa y de cielos azules, momentos gratos que se irán desvaneciendo con el suceder del tiempo hasta relegarlos en el cajón del olvido.

Pero todo no es tan idílico y fastuoso, también existen otras vacaciones, la cara menos afable, la de millones de ciudadanos a los que su liquidez no les da para llegar a fin de mes y mucho menos para permitirse el placer de disfrutar junto a su familia ni de unos míseros días de respiro.

¿Dónde habrán quedado aquellos años dorados, en los que nos sentíamos pudientes y acudíamos a la oficina bancaria para solicitar un crédito y así disfrutar de unas vacaciones por todo lo alto, aunque posteriormente tuviésemos serios problemas para llenar el frigorífico?

Todo ha cambiado, la crisis ha trocado nuestros planes veraniegos, ha convertido un mes de vacaciones en apenas una semana, lujosos hoteles de cuatro estrellas, por pensiones y albergues, un todo incluido por un solo alojamiento, playas por piscinas y ciudades por pueblos.

Según datos estadísticos por la U.E., los españoles somos los europeos que menos viajamos, los pocos que lo hacen, deciden viajar a destinos más cercanos y con los días contados. Nos hemos visto en la obligación de reinventar la moda de veranear en el pueblo.

No podemos olvidarnos de aquellos que deciden quedarse en casa con una mueca en la cara de resignación, con la esperanza de avistar un futuro más próspero, con la quimera de que los políticos se llenen de menos promesas y más realidades, que realmente lo primero sea el ciudadano y no las necesidades de los gobernantes, sino las del pueblo.