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sábado, 28 de diciembre de 2013

Huele a Navidad


Cáceres se viste con su mejor traje de domingo, diciembre abre las puertas al espíritu navideño, las calles se engalanan con luces de colores y un frió que congela hasta el pensamiento, huele a navidad se escuchan villancicos por las megafonías de calles comerciales y grandes superficies.

En casa como es tradición, acogemos en familia ese espíritu risueño, desempolvando de la buhardilla, el árbol, las guirnaldas, las bolas, los adornos, las luces y la prominente estrella, con el Belén ya ubicado daremos por concluido esta sagrada liturgia.

Hay una frase que asalta mi memoria y que describe perfectamente esta festividad, la escribió Norman Vicente Peale que dijo, “la navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso” todo puede ser factible dependiendo con las gafas con las que se mire.

De igual modo, existe una realidad paralela, una navidad desigual y mucho menos afable, no tan lejana a nuestra mirada, personas sin recursos que no podrán ofrecer a los suyos ese calor de hogar, que desearían que les invadiera un sueño profundo que le transporta al despertar de un nuevo año.

En ocasiones creo que esa varita mágica que describía Norman Vicent, es más como un manto invisible que nos envuelve creándonos un estado de ánimo transitorio y una amnesia de realidades encubiertas, llenando estos días de un consumismo descomedido e irreflexivo. 

Vistiéndonos con valores como la generosidad, bondad, solidaridad y ternura, que en muchas ocasiones vendrán acompañados con fecha de caducidad, ojalá existiera una fórmula secreta en la que lográramos recoger esa esencia etérea que anida en la navidad y así poder dosificarla durante todo el año.

El regalo más bonito para estas fiestas no es otro que aquel que contiene un corazón sincero, feliz navidad.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Entre murallas


No existe nada más grato para un apasionado de Cáceres que dar un paseo por la parte antigua, a solas o acompañado, lo importante sin duda alguna es poder disfrutar del verdadero espectáculo y del recorrido entre murallas que nos ofrece esta ilustre ciudad.

Los que afortunadamente nacimos aquí, probablemente no percibíamos el valor que realmente tiene, advertíamos con cierto asombro como los turistas visitaban la ciudad, quedándose prendados de este tesoro arquitectónico, un destino ideal en cualquier estación del año.

Tal vez lo que nuestros ojos oteaban tan cotidianamente era uno de los conjuntos monumentales más relevantes del mundo, tercero de Europa y designado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1986, todo ello propiciado por su extraordinario estado de conservación.

Nuestra ingenuidad no alcanzaba a comprender el enclave donde nos emplazábamos, no entendía del Renacimiento, ni de la Vía de la Plata, tampoco de moros ni de cristianos, o del imperio almohade. La Reconquista quedaba tan lejos como la intención de regresar a casa y dejar de corretear tras un balón.

Cáceres fue creciendo al igual que nosotros, pero el encanto de la ciudad seguía persistiendo entre muros, por sus callejuelas empedradas que conducían al barrio judío, a las iglesias, palacios y conventos, todo un viaje hacia atrás en el tiempo y una experiencia tan sublime como inolvidable.

Con la madurez que atesoro, me confieso abiertamente ser un enamorado de mi ciudad, del casco antiguo, de esta historia viva. Me invade un sentimiento arraigado que me arrastra a perderme por las calles y me colma de intenciones en desvelar como era todo antes.

Somos unos auténticos privilegiados de poder contemplar este paisaje cada día, este legado del pasado, nuestro patrimonio.