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domingo, 14 de octubre de 2012

Cuarenta y tres hojarascas


Se hace el ocaso de la noche, y percibo tras los últimos rayos del sol, el caer de las primeras hojas sobre la acera, para algunos el otoño es una segunda primavera donde cada hoja es una flor, para otros no es mas que hojas muertas, otoño emerge puntual a su cita cubriendo las calles de hojarasca como si una alfombra fuera.

Sopla el viento de octubre sigilosamente en mi mejilla, pregonando la llegada del frio, aturdiendo mis sentidos que buscan refugio bajo mi pecho, mangas largas para la musa que evoca el estío, mientras los parque vacíos se abrigan de soledad y en el cielo bandadas de aves emigran buscando el calor que se llevo el verano.

Contemplando por la ventana, me pierdo en algún lugar del horizonte, allá donde lo mirada no alcanza, me evado y discurro sobre un futuro que esta por llegar, que construiré a base de actitudes para que el alma respire sin acritud, para alcanzar ese equilibrio perfecto, sentido y sensibilidad, el guion de mi vida, mi mejor traje.

Transcurren las horas rebobinando retazos de vida, viajando atrás en el tiempo, hurgando en el desván del ayer, conmemorando momentos de estas cuarenta y tres hojarascas que me han tocado vivir, vivir para contar y para contar vivir, palabras pintadas de recuerdos, que emergen y conmueven desde lo mas recóndito de mi ser.

Ahora que la ciudad dormita en la posada de las quimeras, la luna fastuosa ilumina esta noche tan especial, vencido por este sueño tenaz, escribiré entre bostezos este último párrafo, cautivo de mi inspiración, meditaré sobre el devenir de mis días, inventario de hojas caducas de estas cuarenta y tres hojarascas.