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sábado, 24 de noviembre de 2012

Mi pequeña Nala


Mi conciencia sagaz me exige con insistencia escribir sobre ti, pero cada vez que lo intento en mi propósito tu recuerdo me visita y el desconsuelo me oprime el alma, debe ser que la cicatriz de tu ausencia aún supura después de tres largos meses sin ti.

Así que armado de valor me dispongo hallar las palabras correctas, palabras que describan trece años a tu lado, intentare contener la emoción que se desborda al evocarte en mi memoria, tantos buenos momentos en la retina provocan que afloren sonrisas y mas que una lagrima sincera.

Aún me cuesta llegar a casa y saber que no estarás, ese silencio se clava en mí como un puñal afilado, siempre me esperabas tras la puerta impaciente a mi llegada, siempre fiel y alegre para conseguir una sórdida caricia suscitando una mueca de alegría en mi rostro tras un día duro de trabajo.

Una vez escuche que en la mirada de un perro, se encuentra el mejor espejo donde poder comprobar la grandeza del alma, sin este propósito, yo mirando a tus ojos descubría y descifraba cada una de tus intenciones, con esa mirada tierna conseguías todos tus propósitos.

Aldous Huyxley poeta y novelista inglesa dijo que “todos los hombres son dioses para su perro, por eso hay gente que ama más a sus perros que a los hombres”, esa debe ser la clave de este dolor que siento al recordarte, mi pequeña Nala.

Duerme eternamente, Nala, tu huella vive en nuestros corazones.