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domingo, 12 de abril de 2015

Hombre y naturaleza


Si de alguien he aprendido algo sobre la naturaleza, sin duda alguna se trata de mi buen amigo Eustaquio Redondo . Tuve la gran suerte de cruzarme un buen día en su camino e iniciar una relación laboral que condujo a una gran amistad. Eustaquio es conocido por todos con el sobrenombre de "Gila". Es una persona cercana que deja huella por donde pasa, un luchador nato y un ejemplo a seguir al que la vida no se lo ha puesto nada fácil.

En el año 1975 el destino le deparaba un gran revés. Sufría un grave accidente de tráfico que le causaba una paraplejia que le dejaba en una silla de ruedas. Su vida dio un giro de 180 grados, a pesar de ello Gila decidió no derrumbarse y comenzó a reconstruir una nueva vida junta a su familia.

Reconoce que la naturaleza le cambió la vida después del accidente. Optó por estudiar taxidermia y desarrollar esa profesión de la que hace todo un arte. La utiliza para fines científicos, de investigación y educativos, y no como un negocio o una muestra de trofeos.

Realiza trabajos de naturalización con animales que han muerto por impacto ecológico y que proceden de centros de rehabilitación de la fauna silvestre o de las intervenciones de los agentes del medio natural, animales fallecidos por accidente o enfermedad. Siempre me insiste en que la sociedad ha introducido una gran cantidad de elementos peligrosos que en muchos casos son letales: tendidos eléctricos, alambradas, vertidos tóxicos, emisiones contaminantes a la atmósfera, etc.

Toda una vida dedicada al arte de dar vida a los animales, con una gran colección: águila imperial, águila real, búhos, avutardas, cigüeñas, etc. Animales con los que siempre ha soñado crear un museo para llevar a la ciudadanía la naturaleza de una forma jamás vista.

El sigue esperando impaciente que este sueño algún día se convierta en realidad. Siempre camina al borde del abismo, empujado por los miserables que tras largos años de promesas y falsas esperanzas siguen solo buscando votos y una foto en portada.

El tiempo pasa y Gila no pierde la esperanza, tal vez porque soñar es gratis y porque la esperanza es el sueño de un hombre despierto.

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