Un día cualquiera en una calle sin salida en una esquina de cartulina donde los perros ladran, pinte una puerta utilizando mis dedos como tizas de encerado y con mis nudillos la golpee y alguien escucho mi dolor y abrió la puerta.
Desde entonces, aquí me encuentro sonriendo de nuevo, abierto para captar buenos momentos y nos dejándolos marchar sin hacerlos míos y sin que tu puedas disfrutarlos también, al pasar la puerta me quite la camisa del adiós con botones de raíces arraigadas, también me quite el pantalón de las tristezas que tapa con nubes grises los días mas soleados y los zapatos de las mentiras que pisotean todo a su paso y arrastran decepciones.
Abrí una puerta por azahar y salí a una calle diferente con otro atuendo y allí estaban mis amigos, mis verdaderos amigos q también habían cruzado la puerta, unos antes y otros después y en sus caras se dibujan sonrisas y sus ojos brillaban descubriendo un mundo nuevo y diferente, la realidad vista con otra perspectiva.
Gracias por regalarme la tiza, por enseñarme las puertas escondidas de la ciudad y por esperarme al otro lado con los brazos abiertos.
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